Los ojos de la historia
Desde la publicación de Die Geburt der Tragödie aus dem Geiste der Musik en 1872, la recepción crítica y popular de la obra de Friedrich Nietzsche ha sido de lo más diversa. En la década de los noventa decimonónica tuvo una gran influencia en los pensadores de la izquierda alemana, mientras que la derecha nacionalista pretendía censurarle por considerar sus escritos "subversivos". Su pensamiento era, en esos tiempos, comunmente asociado con el anarquismo, particularmente en Francia y Estados Unidos. Paradójicamente, algunos años después, Nietzsche fue usado como bandera de la derecha conservadora ultra-nacionalista (bastaría recordar, por ejemplo, que a los soldados alemanes en la Primera Guerra Mundial se les obsequiaba una copia de Also Spracht Zarathustra).
Durante el interbellum, los grandes regímenes fascistas de Europa, particularmente el Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei, explotaron y deliberadamente malinterpretaron la obra de Nietzsche. Baeumler y Rosemberg mutilaron, falsearon y adecuaron sus escritos para los fines de la Alemania Nazi. Cabría aquí mencionar que esto sucedió por culpa, en gran parte, de Elizabeth Föster Nietzsche, hermana del gran pensador quien, al final de sus días, dió un apoyo ferviente al partido Nazi. Habiéndose hecho de los derechos de custodia de su obra, modificó algunos de sus escritos tardíos (agregando y quitando contenido a placer) y compuso el famoso libro fraudulento Der Wille zur Macht.
Ante semejantes hechos, muchos intelectuales a lo largo del mundo reaccionaron en defensa de tan brillante y mal entendida producción filosófica. Particularmente destacada fue la intervención de Georges Bataille quien, en su revista Acéphale, publicó el ensayo "Reparaciones a Nietzsche", en el cual desenmascaraba estas tergiversaciones por parte de los Nazis. Sin embargo, la noble labor de tantos pensadores por reinvindicarle no fue suficiente para evitar que en torno a Nietzsche se creara una leyenda negra.
Después de la Segunda Guerra Mundial resultó muy difícil desestigmatizar al casi perdido pensador; pero fue gracias a gente de la talla de Derridá, Foucault y Deleuze (todos fuertemente influenciados por él) que una nueva vida surgió para las ideas Nietzscheanas. La postura de Nietzsche en torno al antisemitismo y al pangermanismo fue enfatizada con microscópica precisión. Sabemos que el distanciamiento con Wagner fue, entre otras cosas, debido al radical antisemitismo de éste último ("Nunca frecuentes a nadie que esté involucrado en éste fraude hipócrita de las razas") y que siempre se mostró crítico y ajeno a cualquier furor nacionalista. No está de más recalcar que cuando Friedrich Nietzsche abrió los ojos a éste mundo, no existía una nación alemana como tal, sino diversos estados alemanes independientes como Prusia, donde nació, por lo que considerarle meramente alemán sería un error de términos. Recordemos también que él mismo renunció a su ciudadanía prusiana (y con ello a su estatus de nacional alemán) antes de aceptar la cátedra de filología clásica en la Universidad de Basilea.
En fin, después de años de olvido y súbita recuperación, para el gran filósofo, filólogo, músico y poeta se hacía justicia. Hoy en día, solo aquellos deliberadamente obtusos podrían seguir asociando a Nietzsche con el Tercer Reich.
Entrada la postmodernidad, la recepción de su obra no ha sido menos pintoresca. Aunque es comunmente asociado con la filosofía continental, Nietzsche ha influído también a muchos filósofos analíticos, de los cuales yo destacaría a Alexander Nehamas. Su influencia puede verse desde teorías estéticas y artísticas hasta la obra de Osho, desde ideologías políticas hasta manifestaciones feministas. Particularmente polémico es el uso de Nietzsche para fines políticos (desde la anarquía del s.XIX, que Nietzsche consideraba aberrante, hasta los monstruos megalómanos de hoy), pues siempre mostró una tendencia claramente apolítica. Nietzsche consideraba la democracia y la igualdad como epítome expresivo de la moral del esclavo, algo que debía ser combatido y, finalmente, superado. Siempre fue muy puntual en señalar que su pensamiento estaba enfocado más a una lucha personal que a un bien común, concepto del cual siempre se mantuvo escéptico.
Durante el interbellum, los grandes regímenes fascistas de Europa, particularmente el Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei, explotaron y deliberadamente malinterpretaron la obra de Nietzsche. Baeumler y Rosemberg mutilaron, falsearon y adecuaron sus escritos para los fines de la Alemania Nazi. Cabría aquí mencionar que esto sucedió por culpa, en gran parte, de Elizabeth Föster Nietzsche, hermana del gran pensador quien, al final de sus días, dió un apoyo ferviente al partido Nazi. Habiéndose hecho de los derechos de custodia de su obra, modificó algunos de sus escritos tardíos (agregando y quitando contenido a placer) y compuso el famoso libro fraudulento Der Wille zur Macht.
Ante semejantes hechos, muchos intelectuales a lo largo del mundo reaccionaron en defensa de tan brillante y mal entendida producción filosófica. Particularmente destacada fue la intervención de Georges Bataille quien, en su revista Acéphale, publicó el ensayo "Reparaciones a Nietzsche", en el cual desenmascaraba estas tergiversaciones por parte de los Nazis. Sin embargo, la noble labor de tantos pensadores por reinvindicarle no fue suficiente para evitar que en torno a Nietzsche se creara una leyenda negra.
Después de la Segunda Guerra Mundial resultó muy difícil desestigmatizar al casi perdido pensador; pero fue gracias a gente de la talla de Derridá, Foucault y Deleuze (todos fuertemente influenciados por él) que una nueva vida surgió para las ideas Nietzscheanas. La postura de Nietzsche en torno al antisemitismo y al pangermanismo fue enfatizada con microscópica precisión. Sabemos que el distanciamiento con Wagner fue, entre otras cosas, debido al radical antisemitismo de éste último ("Nunca frecuentes a nadie que esté involucrado en éste fraude hipócrita de las razas") y que siempre se mostró crítico y ajeno a cualquier furor nacionalista. No está de más recalcar que cuando Friedrich Nietzsche abrió los ojos a éste mundo, no existía una nación alemana como tal, sino diversos estados alemanes independientes como Prusia, donde nació, por lo que considerarle meramente alemán sería un error de términos. Recordemos también que él mismo renunció a su ciudadanía prusiana (y con ello a su estatus de nacional alemán) antes de aceptar la cátedra de filología clásica en la Universidad de Basilea.
En fin, después de años de olvido y súbita recuperación, para el gran filósofo, filólogo, músico y poeta se hacía justicia. Hoy en día, solo aquellos deliberadamente obtusos podrían seguir asociando a Nietzsche con el Tercer Reich.
Entrada la postmodernidad, la recepción de su obra no ha sido menos pintoresca. Aunque es comunmente asociado con la filosofía continental, Nietzsche ha influído también a muchos filósofos analíticos, de los cuales yo destacaría a Alexander Nehamas. Su influencia puede verse desde teorías estéticas y artísticas hasta la obra de Osho, desde ideologías políticas hasta manifestaciones feministas. Particularmente polémico es el uso de Nietzsche para fines políticos (desde la anarquía del s.XIX, que Nietzsche consideraba aberrante, hasta los monstruos megalómanos de hoy), pues siempre mostró una tendencia claramente apolítica. Nietzsche consideraba la democracia y la igualdad como epítome expresivo de la moral del esclavo, algo que debía ser combatido y, finalmente, superado. Siempre fue muy puntual en señalar que su pensamiento estaba enfocado más a una lucha personal que a un bien común, concepto del cual siempre se mantuvo escéptico.
El problema de la interpretación
Friedrich Nietzsche jamás pretendió crear un sistema claro de pensamiento, por el contrario, afirmaba que "la voluntad de sistematizar el pensamiento es prueba clara de falta de integridad". Ergo, el estudio de su obra es más una travesía por una interesatnísima evolución personal que un compendio de ideas establecidas. Aunque aparentemente contradictorio, en Nietzsche se encuentra la manifestación, clara y brillante, de un espíritu en constante tensión interna, en duda y búsqueda, en afirmación y autocorreción.
Si bien existen ideas céntricas y fundamentales en la obra Nietzscheana (el eterno retorno, la moral amo-esclavo, el superhombre, la voluntad de poder, la dicotomía apolíneo-dionisiaco, la muerte de dios, el insitno de la manada, perspectivismo y resentimiento, etc.) no existe, en muchas instancias, una definición clara de tales conceptos. Ésto ha constituído un problema de convenciones ya que, a pesar de su estilo aforístico, sus máximas son presentadas casi siempre de forma metafórica-simbólica, pretendiendo despertar en el lector el hambre de descubrir por el mismo el significado de tales ideas: perspectivismo, interpretación. Solo tenemos claramente definidas por el la moral amo-esclavo, la dicotomía del espíritu apolíneo-dionisiaco (cuya manifestación última había sido la tragedia griega como en Sófocles, para el, la máxima obra de arte), el perspectivismo y el resentimiento.
Dado este pie de polémica, han surgido muchas interpretaciones superficiales y erróneas, tales como considerarle nihilista ó idealista. Generalmente, a excepción de algunos intérpretes brillantes (como la filósofa mexicana Paulina Rivero Weber) se da un tratamiento epidérmico a Nietzsche que lo ha convertido, ulteriormente, en un cliché de si mismo.
Nietzsche, hoy.
Para poder tener un acercamiento válido y enriquecedor a la producción filosófica de Friedrich Nietzsche hay que tener muy claro, primero, cual era su intención. Desde sus primeros esbozos del Origen de la Tragedia, planteó la necesidad de reevaluar las bases mismas del mundo occidental, fundadas en el judeo-cristianismo; había que poner en tela de juicio "el valor detrás del cual aquellos valores se generaron". Uno de los conceptos más comunmente malinterpretados en Nietzsche es Gott ist Tot (Dios ha muerto), pues es tomado más como "Dios murió fisícamente" que con la intención metafórica que Nietzsche pretendía (en alguna ocasión incluso, discutiendo éste tema con un amigo, una chavita, sin previa invitación a la charla, brincó y me dijo: "¡Nietzsche estaba mal, dios no puede morir"!. Demás está mencionar que nunca tuvo un libro de aquel terrible blasfemo mentiroso en sus manos). Nietzsche se refería a que el paradgima cristiano ya no podía ser origen de ningun código moral. "Dios" había entrado en crisis. Nietzsche, entonces, plantea la necesidad de generar un sistema de valores que ya no dependa de una divinidad, que pueda partir de una nueva consideración de la realidad humana y conduzca, eventualmente, a una nueva etapa para el hombre; libre ahora de aquellas cadenas de debilidad y autocompasión.
Para el, el nihilismo era la consecuencia natural de frustraciones constantes en la búsqueda de sentido. Creyó que era una fuerza latente en el corazón mismo de la cultura europea (y, por ende, la americana), y lo entendió como algo inminente y, a la vez, necesario. Una vez enfrentados al punto de no retorno, la humanidad encontraría un reto, tendría que encarar y trascender la disolución irreparable de su fundamento tradicional. El vacío es un mal necesario.
El nihilismo es entonces, en la imaginería nietzscheana, una temporalidad, un suceso que podría llevar a la superación de los valores decadentes; no un fin en sí mismo. Pero, en la mente actual que todo lo comercializa, las ideas reales detrás del simbolismo sucumben ante el peso del mito, de la leyenda. Nietzsche era una gran gama de conceptos, reales y factibles, que llevarían al hombre a su superación, no un pesimista que abogase por la desintegración existencialista de todo y nada.
Hoy éstos conceptos han quedado mayoritariamente en el olvido. Caímos en aquel utilitarismo nefasto que tan duramente criticó aquel loco en el siglo XIX. Nuestra anti-intelectualidad nos conduce cada vez más a la indiferencia, la intrascendencia, la mediocridad... a la democracia y la igualdad.
Hoy, tal vez más que nunca, el pensamiento Nietzscheano es necesario. Muy necesario.
Hoy, ante el panorama mundial, tenemos la oportunidad única de vovler hacia atrás y escuchar a un hombre que previó todos los problemas que hoy tenemos y que nos legó, como un gran regalo a la humanidad, un gigantesco compendio de "tips" para salir adelante. ¿Tendremos el valor, la audacia, la objetividad, la voluntad de poder, el amor a la vida y la honestidad necesarias para escuchar el mensaje?
Bien hizo aquel gran hombre en afirmar que hay quienes nacen póstumos, pero ya hoy han nacido sus lectores. Parafraseando a Lou Andreas Salomé, y un poco sacando el comentario de su temporalidad, dedico a todos los nitzscheanos:
"Mi querido Friedrich, tu siglo apenas comienza"
...
(En un post siguiente, explicaré los principales conceptos Nietzscheanos as seen by me.)
5 comentarios:
Excelente post! Me parece que lo más bonito de Nietzsche es como destroza, literalmente, el cristianismo.
Para el quien nacio postumo nietzsche sigue latente, para el quien se quedo en el utilitarismno obtuso de hoy ni lo conocera.
Es necesario e imperante, es una obligación para con nuestro futuro; la era de las religiones esta llegando a su fin (solo basta esperar a la "super máquina recreadora de bing bang"). Ya nuestra especie no puede soportar mas el absurdo de esta cotidianeidad, y ojala podamos ver y ser portavoces de ese cambio.
Que mal estan...
nos comimos bastante basura bastarda , nacen dragones y hombres superiores....
o tal vez no , no importa.
Publicar un comentario