jueves, 18 de septiembre de 2008

El origen de la Rebelión

Sufro de un irremediable amor al conocimiento, no puedo ni quiero evitarlo. En la manera en que yo concibo la vida, no hay nada más importante que la inteligencia yla razón, pues solo ellos pueden conducir a la sabiduría; y la sabiduría es el valor primordial del hombre, pues sin ella no puede haber libertad, amor, justicia, virtud, moral, ética, seguridad, convivencia y progreso. Todos son una consecuencia de ella pues, si no, el resto de los valores serían ilusorios.
Por lo tanto he adoptado como premisa de vida entender. Entender todo lo que esté a mi alcanze y si es posible más. Y para entender es necesario no solo pensar, razonar es fundamental. Tengo tantas ambiciones, tantos sueños por cumplir que necesito hacerme de todas las herramientas a las que el hombre puede aspirar. Siendo asi, no sería de extrañar que tengo por peor enemigo a la ignorancia y la credulidad, la desidia y la indiferencia ante la verdad (consecuencia última del razonamiento); ¿y qué ha ensalzado estos anti-valores con más vigor y fe ciega que las religiones?

Hoy no voy a dar argumentos en contra de la religión, simplemente voy a exponer porqué hago lo que hago, porqué escribo lo que escribo.

Todos los hombres tenemos alguna u otra incapacidad. Mientras alguien es brillante en las matemáticas, tal vez es incompetente en los deportes. Alguien puede ser un extraordinario ingeniero y un pésimo cocinero...ergo: sociedad, que no es otra cosa más que un común acuerdo en el que los integrantes de un grupo humano caracterizado prestan los servicios de su individualidad a favor de una meta conjunta a alcanzar; llámese ésta estabilidad, bien estar o armonía. Pero, para poder alcanzar éstas metas son necesarias convenciones. Los hombres nos hemos puesto de acuerdo en un método lógico de razonamiento, de evaluación de evidencia, de experimentación, de tesis-antítesis-síntesis. Consecuentemente, para que éstas metodologías de pensamiento puedan tener un impacto real, deben ser difundidas, ergo: educación. La educación es la clave primordial, la piedra angular de toda sociedad que pretende ser considerada tal.

Pero hoy en día, en los albores del siglo XXI, un fantasma nos persigue: la religión. Ese ente monstruoso, enemigo de la libertad, del pensamiento, de la razón, detractor último y confesado de la verdad. Ese absurdo colectivo que nos arranca a los niños desde la primera infancia, dogmatizándolos, condicionándolos, enseñándoles la obediencia ciega como suprema virtud. Esa masa informe de ignorancia, odio e intolerancia que, hoy en día, sigue siendo el peor cáncer, el más aferrado obstáculo del progreso, el más arraigado retraso cultural. A veces es difícil reconocer que, después de dos mil años, la más perniciosa, sangrienta, aberrante y absurda de todas las religiones, el cristianismo, lejos de desaparecer cada día se expande más y más. La cantidad de misioneros y evangelizadores que tienen una fuerte presencia hoy en Asia es alarmante.
Muchos podrán debatirme que las religiones organizadas tradicionales cada día pierden más fuerza. Es cierto, pero tristemente, la irriacionalidad (madre de la religión) sigue siendo igual ó más fuerte que nunca; solo que hoy se llama New Age, Santa Muerte, Christian Identity, Iglesia de la liberación, Testigos de Jehová, santería, shamanismo ó lectura del tarot. Hoy, igual que hace quien sabe cuántos miles de años, siguen explotando la ignorancia de la gente, su miedo, su cobardía y su resentimiento. La producción en serie de esclavos hoy sigue siendo industria de primera categoría.

A veces, ante un problema de magnitudes tan imponentes, es difícil no desesperarse, no perder la voluntad de revolución. ¿Cómo puedes actuar, cómo puedes impactar a tu sociedad cuando estás intentando discutir con personas que rechazan la escencia misma de la lógica, que solo son capacer de pensar críticamente en un sentido cuando mucho rudimentario? Vamos, con gente que ni siquiera está dispuesta a escucharte a menos que lleves el prefijo "santo" en tu nombre. Ninguno de nosotros somos de piedra y acero, por lo que es de lo más entendible que tengamos momentos de flaqueza en la lucha. Pero lo que no podemos permitirnos nunca es caer en hipocresía intelectual: nunca, pero nunca neguemos lo que somos y lo que sabemos. Que no nos avergüenze pertenecer a una élite intelectual, aunque el mundo postmoderno parezca tener un arbitrario rechazo hacia tal cosa. Que nunca tengamos que recurrir a ser San Pablo: "yo me convierto en lo que sea con tal de difundir la palabra de dios".
A veces me considero afortunado pues, de haber nacido en el año de 1257, lo más seguro es que ya hubiera sido yo ajusticiado por hereje. Hoy aun no hemos regresado a esos extremos, pero poco nos falta: recordemos el 11 de Septiembre en Nueva York o a toda la gente que en éste mismo instante está en medio oriente dando la vida por Alá ó Yahavé. Veamos hacia el norte y asustémonos ante la influencia que tiene la iglesia en el gobierno de Estados Unidos o, si somos más valientes, volteemos hacia Palacio Nacional. Y recordemos a Voltaire: los hombres que creen absurdos cometerán atrocidades.

En esos momentos de duda y debilidad, recordemos a aquellos que se han quedado atrás, los que cayeron por las causas de verdad y justicia. Aunque el cristianismo sin duda nos legó grandes hombres y grandes obras (Bach, Mozart, Caravaggio, Gaudí, Miguel Ángel, Dante Allighieri...) no nos permitamos olvidar el otro 90% de su herencia: recordemos toda la gente que perdió la vida por atreverse a dudar, todos los que perdieron sus culturas y civilizaciones, todos los masacrados durante las cruzadas, recordemos por siempre a las "brujas" y "hechizeros", libres pensadores y disidentes, científicos y filósofos, hombres libres e inocentes. Sintamos el eco de la historia, los interminables oceános de sangre y las lágrimas que nunca se secaron, los gritos que nadie escuchó de las víctimas anónimas del cristianismo y su madre, la estupidez. Escuchemos el rugir de aquellos valientes hombres del norte, que prefirieron morir peleando antes que aceptar una religión que no podrían abrazar jamás como propia. Recordemos a todos los pueblos perdidos de América, de África y de Europa. Si, de Europa... a veces se les ovlida que antes de que el cristianismo pisara Roma, había existido un Euclides, un Sófocles, un Diógenes, un Pitágoras, un Séneca, un Homero, un Ovidio y quién sabe cuántos hombres ilustres más que se perdieron por la espesa niebla del fanatismo, que todo se traga y destroza.
Es curioso, pero tanto Jesús como Marx (y miren que soy detractor de ambos) tenían una cosa indiscutiblemente en común: ambos sostenían que lo importante no era la teoría abstracta, sino la forma en la que un esquema funciona en la práctica. Y creo que nos ha quedado claro que ni el comunismo ni el cristianismo funcionan, siempre, irremediablemente, degeneran en totalitarismos autoritarios que solo pueden sostenerse a fuerza de represión. Pero nosotros no haremos de ninguna manera lo mismo.

Durante siglos, el cristianismo se ha impuesto por la espada y el fuego; cobrando millones de vidas inocentes. Pero, afortunadamente, nuestra causa no necesita mártires. Galileo lo sabía bien cuando aceptó enunciar que el sol giraba alrededor de la tierra. Galileo, en su gran entendimiento, sabía que dar su vida no era necesario: tarde o temprano, la verdad sería descubierta... he ahí la belleza de la razón. La religión, por otro lado, sí necesita mártires, pues solo puede conseguir dominar apelando al sentimentalismo y el miedo. Ellos han destrozado culturas con la violencia, nosotros construiremos una nueva con palabras y argumentos, con razonamiento y valores. Como dijo Carod Rovira, de Esquerra Catalá, "no hay ideología en el mundo que valga derramar una sola gota de sangre"... Galileo lo sabía perfectamente. La verdad al final triunfará y no será necesario imponerla.

No permitamos que tanta sangre derramada, tanto sufrimiento haya sido en vano. No olvidemos la gran cantidad de tiempo que fue necesaria para que naciera un Diderot, un Voltaire, un Kant, un Nietzsche, un Dawkins ó un Goya. No les paguemos lo que nos enseñaron rindiéndonos.
Porque al final, si actuamos con decencia, tolerancia, sabiduría, fuerza y voluntad, lograremos que la verdad prevalezca, educaremos a nuestros hijos para que sean grandes hombres, para que nunca más cometan los errores que cometieron sus antepasados, para que puedan aspirar a la libertad que el hombre rara vez ha conocido. Juntos una vez más, si nos lo proponemos, podemos reconstruir un mundo de razón y belleza, de humanidad y progreso...

Donde la religión venció con la pestilencia de la muerte, nosotros prevaleceremos enarbolando la bandera de la vida.
Y que nos vaya el honor en ello.

2 comentarios:

Rionz Algus dijo...

Deacuerdo en que las religiones son un foco de gran ignorancia, de toma de desiciones basados en absurdos; pero que el cristianismo sea lo "peor", TODAS por igual el judaismo, el sionismo, el islam, y todas las "religiones" (por que se ha mal usado el termino religión), son grandes limitantes al progreso sin duda alguna.

"La religión es un elemento de la actividad humana que suele componerse de creencias y prácticas sobre cuestiones de tipo existencial, moral y sobrenatural." (definición en la "super wiki") y en base a ello, quiero complementarte y decir que las religiones con bases fuera de la razón, del pensamiento lógico y real; son las verdaderas asesinas de nuetra sociedad; pero el modo de vida es diferente, por que de ellas, las religiones, podemos retomar, apreciar y valorar ciertos estandares o incluso ciertas reglamentaciopnes; obviamente dejando la fundamentación absurda en hechos divinos, y basarla en el desarrollo óptimo de la sociedad.

Yo pienso que el problema no es tanto su existencia, es mas el porque de su existencia y el para que de su existencia lo que detiene a esta sociedad.

Saludos..

Daniel Barona Narváez dijo...

Hola Dr. Acula, acabo de linkearte a mi blog también. Tu blog está muy interesante y tiene contenido muy bueno, pero como sugerencia, te recomiendo que agrandes un poquito las letras para así no quedarme (más) ciego, jeje.
Un saludo.