jueves, 6 de marzo de 2008

Arquintenciones: Red para figurar (Parte II)

Hagia Architectura
El noble arte de la Revolución
Hace años, cuando estudiaba en los libros de mi padre la obra de Gropius, Le Corbusier, Mies van der Rohe, Mendelsohn, Aalto, Nervi, Neutra, Wright, Niemeyer, en fin, los maestros modernistas, me preguntaba: ¿En qué radica la grandeza de éstos hombres, porqué sus nombres figuran en una serie clásica de libros con semejante título como Masters of World Architecture?
¿A qué se dedican realmente? Me resultaba intrigante la detallada descripción que los autores de éstos libros solían hacer de la importancia que todos éstos genios habían tenido sobre el desarrollo de gran parte de la mentalidad del siglo XX... Es decir, al contrario de lo que me imaginaba, el pensamiento de éstos arquitectos no se limitaba a la mera obra fría y construida, al modelo pragmático, sino que trascendia a una escala socio-filosófica que jamás me hubiese imaginado. Me enamoré de sus ideas, de su visión, de sus preocupaciones estéticas, de lo romántico de sus historias. Encnontré en su producción el matrimonio perfecto entre ciencia y arte que siempre había buscado, el pretexto perfecto para la creación desnuda, el triunfo del ego sobre el pasado...
Había sido una revelación. En esas viejas páginas amarillentas encontré todo cuanto hubiese podido exigir de una actividad a la cual podría dedicarle mi vida, pues sí bien siempre tuve claro que quería ser un arquitecto, por esos días empezaba a dudar. Me adentré más y más, descubriendo a los otros, los grandes maestros a veces olvidados. Me sumergí en el trabajo de Loos, Kahn, Barragán, Le Duc, Sullivan, Wagner... y fue entonces cuando tomé la mejor decisión de mi vida: Quiero ser como ellos, pensaba, lograr semejante grandeza de pensamiento globalizador, quiero ser un crítico de mi tiempo y un constructor de sueños. Quiero ser Arquitecto.... Y así, durante casi ya 5 años, he dedicado mi esfuerzo y mi alma a la más perenne de las artes, la más noble de las profesiones....
Pero ya no soy el mismo. Hoy, después de todo éste tiempo, creo haber alcanzado un nuevo estado de conciencia. Inmerso en el mundo de la postmodernidad, con los trabajos de Woods, Predock, Nouvel, etc. como inspiración, sé que todo ha cambiado. Sé que no nací en esa época dorada entre Guerras, cuando la arquitectura tenía un rumbo claro, cuando todo mundo estaba de acuerdo en algo. Hoy día estamos en una situación francamente emocionante: parece no haber nada claro, los preceptos estás agotados y la llamada "época de la conceptualización" enfrenta su caída inminente. Hoy, cuando ni siquiera tengo bien claro qué es la arquitectura ni a qué me dedico en sí (sé que esas respuestas las sabré un día antes de morir), empieza el momento de la Revolución. Nosotros, los pensadores de ésta generación, tenemos sobre nuestros hombros una responsabilidad impresionante, la posibilidad de renovarlo todo o permitir que muera. Nosotros vamos a forjar un nuevo paradigma. El futuro nos pertenece.
A nosotros nos corresponde construir los edificios por los que, dentro de mil años, seremos recordados. Construiremos esa Gran Cultura con la que no tuvimos el privilegio de nacer. Por nuestras venas corre el ardor de la utopía.
Dentro de unas horas partiré hacie el XX Encuentro Nacional de Escuelas de Arquitectura...y me pregunto...¿con qué me ecnontraré?
¿será un riquísimo intercambio de nuevas ideas y visiones, o simplemente un tallersito tedioso más? Lo que sí se es que tuve el honor de ser escogido para participar y voy a dar lo mejor de mí...Quién sabe, tal vez la historia, mi historia, empiece a escribirse...
Tal vez sea como aquella Werkbund de 1919, donde un Don Nadie de apellido Gropius planeó un edificio tan extraordinario en su concepción como perfecto en su realización que cambiaría la arquitectura para siempre,
O esa famosa exposición de Artes Decorativas en Paris, cuando un cierto pintor Jeanneret le enseñaría al mundo, a través de una ventana purista, que un Le Corbusier estaba naciendo...
O tal vez solo estoy sobre estimándome.
En fin, hablará la historia. Pero mi amor por tí, Hagia Architectura, jamás se desvanecerá.

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