(Frente a nosotros, se encuentra algo más que una sugerencia inquietante. No está claro si ese clamor nocturno nos atrae irremedablemente o nos provoca una indecible repulsión... Es la entidad arcana que recoge la esencia de ciertas narraciones y las transforma en historia épica (cuasi adélfica y elégica), imprimiéndoles, en lo más profundo de la conciencia colectiva, la categoría de universales. Es un mundo interno de ritualizaciones y espiritualidad manifiesta en masse. Es el terrible juego del azar, de la finitud de la vida eterna, el implacable horror a la posibilidad. Pero ¿qué posiblidiad?... en la noche, una ala negra razga el cielo. Es el vampiro, el rey de los muertos que, en su negro e interminable andar, eternamente va en lo alto. Y la posiblidad de su beso es sencilla: La vida o la muerte. En cualquier caso, hemos entrado al mundo del mito, y dentro de ese mundo se abre ante nosotros uno completamente nuevo: El mundo del amor romántico, y el romanticismo del horror.)
EL BESO
Enamorada de la música estruendosa que le rodea, de la luz artificial que se derrama de un centenar de lámparas y las miradas indiscretas que su belleza despierta entre los demás invitados, se olvida un instante de lo que su cuerpo advierte. Baila en brazos de un hombre que supo robar su atención, que funde su alma a la suya en un beso tan apasionado que el tiempo pareciera detenerse, y en la eternidad de los segundos, llegan las doce campanadas. Huye entonces desconcertada, corre por el salón en busca de una salida al jardín, donde su largo cabello se confunde con el negro de la noche. Y de su fugaz presencia, no queda en el salón evidencia otra que una olvidada zapatilla de cristal.
Pronto logra olvidar a aquel amante que ha abandonado exánime en el salón. Se yergue entonces ante la pálida luz de la luna, rugiéndole violentamente: sacudiendo la sangre que inunda su rostro.